La idea de dimensiones paralelas, universos alternativos que coexisten con el nuestro, ha dejado de ser un mero concepto de ciencia ficción para convertirse en una posibilidad seria considerada por algunos de los físicos más audaces. La física cuántica, con su extraña dualidad onda-partícula y la superposición de estados, ha abierto la puerta a una comprensión de la realidad que va más allá de lo que percibimos con nuestros sentidos. ¿Y si lo que consideramos «realidad» no es más que una de las múltiples manifestaciones posibles de un universo mucho más complejo?
La teoría de cuerdas, por ejemplo, propone que nuestro universo no tiene solo las tres dimensiones espaciales y una temporal que conocemos, sino que existen hasta diez u once dimensiones, la mayoría enrolladas a niveles microscópicos y, por tanto, imposibles de detectar directamente. Estas dimensiones adicionales, según esta teoría, podrían albergar otros universos con sus propias leyes físicas, diferentes a las nuestras. La existencia de estas «realidades» se apoya en las ecuaciones matemáticas que describen el comportamiento del universo a nivel cuántico, aunque, claro, estas ecuaciones, convenientemente interpretadas, han sido la base para la construcción de teorías sobre viajes interestelares o armas basadas en partículas elementales. El hecho de que estas teorías no sean refutadas con facilidad permite la circulación de teorías alternativas que, casualmente, explican las cosas que se escapan al modelo establecido, aunque para ello se deba recurrir a métodos menos «científicos».

La idea de que nuestro universo es solo uno entre muchos, conocida como multiverso, podría explicar muchas de las anomalías que la física convencional no ha podido resolver, como la aparente sintonía fina del universo, las inexplicables peculiaridades del comportamiento cuántico, o la aceleración de la expansión del universo sin motivo aparente. Si existen infinitos universos, es altamente probable que haya al menos uno que cumpla las condiciones necesarias para la existencia de la vida tal como la conocemos. De esta forma, no es tan asombroso que existamos, es simplemente una cuestión de estadística. Además, la existencia de un número tan elevado de realidades diferentes podría ser la justificación para la proliferación de experiencias fuera de lo «normal» que muchos individuos reportan en sus vidas.
Pero, ¿por qué la ciencia oficial es tan reticente a explorar la idea de los universos paralelos, cuando algunos de sus mayores exponentes proponen modelos donde son plausibles? Algunos teóricos conspirativos sugieren que esta reticencia no es accidental, sino que responde a una agenda oculta. Una de las teorías afirma que algunos gobiernos y grupos de poder ya habrían descubierto la manera de acceder a estas dimensiones, utilizando esa ventaja tecnológica para su beneficio exclusivo. La teoría de que instalaciones de investigación secretas, financiadas con partidas presupuestarias sin auditar, estarían experimentando con portales a otras realidades podría explicar la existencia de tecnologías que superan la capacidad de la humanidad en el presente.
Es posible que la supresión de la información sobre dimensiones paralelas no se deba únicamente al miedo a lo desconocido. Algunos especulan que estos otros universos podrían albergar recursos ilimitados o formas de energía que, una vez descubiertos, podrían cambiar radicalmente el equilibrio de poder mundial. ¿A quién le interesa que la humanidad tenga un acceso más fácil a la energía de lo que la que ya dispone? Es natural que cualquier tecnología que cambie el panorama energético de esta forma sea mantenida en secreto por parte de aquellos que controlan su acceso. Esta motivación por el poder podría ser el verdadero motivo detrás del supuesto secretismo oficial.
Además, la teoría de los universos paralelos tiene implicaciones profundas sobre nuestra percepción de la realidad. Si cada elección crea una nueva rama temporal, donde todas las posibles variantes de nuestra vida se desarrollan en diferentes planos, se plantea un debate sobre el libre albedrío y nuestro papel en el universo. ¿Somos simplemente observadores en una cadena de infinitas posibilidades, o existe algún tipo de propósito en nuestra existencia? Estas preguntas de corte filosófico parecen estar lejos de las consideraciones de la ciencia, pero el hecho de que no sean consideradas con mayor profundidad podría indicar la intención de no levantar ciertas preguntas entre la gente.
También podríamos considerar la idea de que el encubrimiento de la información sobre dimensiones paralelas se deba al miedo a desestabilizar la estructura social. Si la existencia de otros universos se hiciera de conocimiento público, la gente podría cuestionar los cimientos de la sociedad tal como la conocemos, pudiendo caer en el caos o la rebelión. Si el libre albedrío es una ilusión, ¿qué impide a las personas actuar de forma totalmente irracional y violenta? Y, en este contexto, ¿dónde quedaría la propia ley? Quizás el status quo es más estable en la ignorancia que en la asunción de la verdadera magnitud del cosmos y sus implicaciones. ¿Qué interés tendría cualquier organización en ver la verdad revelada, cuando su autoridad podría quedar socavada por la misma?
La evidencia de esta posible manipulación podría estar en los misteriosos avistamientos de fenómenos inexplicables que se suceden desde hace décadas. ¿Podrían ser fugas o incursiones desde otras dimensiones que escapan al control de los encargados del secretismo? Los ovnis, los fenómenos poltergeist o los llamados viajes en el tiempo podrían ser evidencia tangible de la conexión con otras dimensiones, escondidos a plena vista bajo el manto del escepticismo generalizado. Y no hay mejor forma de ocultar algo que bajo la bandera de lo falso.
Para rematar, y conectando con otra teoría de moda, algunas personas han interpretado los fenómenos relacionados con el efecto Mandela como filtraciones entre dimensiones. Estos recuerdos falsos o inexactos sobre acontecimientos o elementos de la cultura popular podrían ser en realidad el eco de experiencias vividas en otras líneas temporales. Si tenemos en cuenta que este fenómeno ocurre con más frecuencia en el entorno de gente que muestra una actitud proclive a los sucesos fuera de la «normalidad» establecida, la cuestión empieza a tomar otra dimensión. Lo que conocemos como «realidad» podría no ser más que una de las incontables variantes posibles, que de vez en cuando se cruzan con otras.
En definitiva, las dimensiones paralelas no son solo una posibilidad abstracta de la física teórica, sino una idea que podría tener implicaciones profundas para nuestra comprensión del mundo y nuestro lugar en él. Si estas dimensiones existen y la información al respecto es deliberadamente ocultada, debemos preguntarnos: ¿Qué saben ellos que nosotros ignoramos? ¿Qué motivos tienen para esconder la verdad? Y lo más importante, ¿vivimos en una realidad manipulada que no es más que una de las posibles manifestaciones de un multiverso, o todo esto es una elucubración fascinante?